dijous, 21 de setembre del 2023

La travesía. 1 - Landmannalaugar

Las siguientes cinco o seis entradas estarán escritas en castellano. Habrá faltas ortográficas y gramaticales, es la primera vez que escribo un relato en esta lengua. Podéis corregirme con insultos, si queréis.

El relato trata de una travesía por Islandia. No hay mucha trama, solo la ruta. Se basa en hechos reales. Para proteger la privacidad de sus protagonistas, se han cambiado los nombres y no tienen descripción. ¿He dicho que se basa en hechos reales? Bueno, puede que mi imaginación haya ido más allá de lo previsto…


La travesía. 1 - Landmannalaugar

Estamos embutidos nueve personas en una furgoneta vieja y destartalada recorriendo una pista llena de baches. Cruzamos ríos y sorteamos pasos montañosos que nos conducen hacia las inhóspitas tierras del interior de Islandia. Todos más o menos tenemos una idea de lo que nos vamos a encontrar. Una idea fruto de alguna foto, de lo poco que hemos visto de la isla y de nuestra imaginación. Una idea equivocada al fin y al cabo. Vamos dando botes y nos sacudimos dentro de la furgoneta durante horas hasta que, por fin, un poco aturdidos del viaje, llegamos a Landmannalaugar. Es una llanura extensa con diferentes ríos y rodeada de montañas negras por la tierra volcánica que exhiben trazas de verdes intensos del musgo que crece tímido por las laderas. De vez en cuando destacan algunas montañas amarillas y ocres del azufre y con líneas rojas, verdes y azules de metales que van aflorando a la superficie. En un lado de la llanura, al pie de una gran colada volcánica, a resguardo de los vientos más intensos y cerca de un río de aguas calientes, se alzan las pequeñas cabañas del refugio. Son construcciones simples, con paredes de madera y tejados de chapa pintada de un verde claro y apagado. Dentro de ellas, el suelo, las paredes y el techo son de madera barnizada. En la entrada nos amontonamos con caras de ilusión y cierto temor al camino que nos espera. El guía nos pide que dejemos las mochilas en el piso de arriba, en una de las habitaciones. Subimos por una escalera gastada de los miles de excursionistas que pasan año tras año. La habitación es pequeña, con un pasillo al centro y con estrechas camas a los lados sin separación alguna entre ellas. Deben caber unas quince personas un poco apretujadas.

Sin perder tiempo, Fernando y Jesús van a bañarse en el río de aguas calientes. Reke, un chico que no habla demasiado y cuando lo hace tampoco se le entiende mucho, los sigue unos pasos atrás. Para acceder al río hay una pasarela alzada hecha de listones de madera. Nos cruzamos con otros excursionistas. Nos saludamos alegres y nos dejamos pasar por la estrecha pasarela. El agua es de cuarenta y cinco grados y en algunas zonas está aún más caliente. Parece que nos vamos a cocer como pollos, dice Jesús. David y Carmen también se apuntan al baño al cabo de unos minutos. Entrar fue fácil, pero salir no es una tarea sencilla. El aire es helado y con el cuerpo entumecido del calor nos mareamos. Mira que Carlos nos lo había dicho: Vigilad, no os estéis demasiado tiempo en el río, al salir os podéis marear… Si hacemos caso al guía de esta forma, seguro que no llegamos al siguiente refugio mañana. Más tarde, después de dar algunas vueltas alrededor del refugio, Sara y Joel, junto con Ana, se dan también un baño y con las mismas consecuencias del primer grupo. ¿Pero cuántos ríos calientes nos encontramos por el mundo? Teníamos que aprovecharlo sin duda alguna.

En la zona de alrededor del refugio se puede acampar. Hay plantadas algunas pocas tiendas de campaña. Nos cuentan que en medio del verano las vistas se pierden de tiendas y más tiendas. Con los primeros fríos solo quedan unas pocas, de los más valientes, o más osados. En un borde del campo, encontramos unos autobuses antiguos. Nos acercamos. Colocados en forma de u, en uno de ellos vemos lo que parece un pequeño comercio. Dentro, una pareja está comprando cervezas. A fuera, en medio de los autobuses, hay una fogata con troncos y bancos para sentarse y pasar el rato. Nos gustaría quedarnos, pero no disponemos de mucho tiempo, hay que ir a preparar la cena. El guía pide a Reke y Sara que le ayuden. Reke no tiene ni idea de cortar las verduras, aunque se defiende un poco imitando a Sara, o eso cree. Sara se preocupa cuando, viendo cómo Reke corta las verduras, pregunta a Carlos si hay hilo y agujas para hacer suturas y él le responde que el botiquín no llega a tanto.

Joel junto con David y Ana intentan preparar la mesa, pero otro grupo se ha afianzado de las mesas. Con la cena hecha, esperamos que acaben y presionamos un poco, a ver si se dan cuenta de que tenemos hambre. Al cabo de unos minutos ya nos sentamos en la mesa y comemos verduras con patatas cocidas y filetes de cerdo. Hay que alimentarse bien, nos dice el guía, mañana empezamos la travesía que durará cinco días. Además, las previsiones del tiempo para mañana no son buenas. Habrá un tiempo de perros y no quiero que nadie se quede en medio del camino. Se hace un pequeño silencio, todos pensamos en el tiempo de mañana y si hemos hecho bien de aventurarnos en estas tierras frías e inhóspitas. Pero no os preocupéis, conmigo llegaréis a buen puerto, suelta con una voz raspada. Sería un buen momento para brindar, se dice Reke a sí mismo. Todavía se siente un poco cohibido dentro del grupo.

 

2. Álftavatn

3. Emstrur

4. Þórsmörk 

5. El paso de Fimmvörðuháls

6. La llegada a Skógafoss

3 comentaris:

NoName ha dit...

Hijo de pesca!!

Pezcón!

La balsa que te ha parido!!!

NoName ha dit...

"Habrá un tiempo de perros y no quiero que nadie se quede gato en el camino."

Peix ha dit...

hehehe, així m'agrada :)

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